Hoy os traigo el mito donde Loki corta la cabellera a Sif, un mito muy adecuado para esta época, ya que durante Freyfaxi consideramos este mito como el acto simbólico de la cosecha, es decir, los cabellos de Sif son los campos de cereales, y cuando Loki los corta, es como si los cosechara. Además en esta historia conoceremos como consiguieron Odín, Thor y Frey sus tesoros.
Este texto es un fragmento extraído del libro Dioses y héroes de la mitología vikinga, de Brian Branston, que he copiado aquí para vosotros:
"Cierta noche en Asgard, Loki tenía dificultades para conciliar el sueño. Cuando por fin lo lograba, enseguida se despertaba otra vez y así estuvo horas y horas dando vueltas en su colchón lleno de nudos y bultos. Justo antes de amanecer se hartó; no podía soportar aquello, así que salió reptando del lecho, con el cabello revuelto y ojeras profundas y sintiéndose hecho una birria.
Salió afuera, al aire deliciosamente perfumado por el rocío. Odiaba cuanto tenía a su alrededor. Llegó hasta el palacio de Thor y, como las puertas estaban cerradas (Thor estaba de viaje por el este, dedicado a la caza de gnomos), trepó por una especie de emparrado, que soportaba una preciosa glicina plantada en espaldera, y desde allí alcanzó una ventana que parecía abierta. La ventana era una de las muchas existentes en el dormitorio de Sif. Empeñado en hacer alguna travesura, Loki se introdujo en la habitación. La diosa de cabellos dorados estaba profundamente dormida y su pelo, formando ondas prolongadas, descansaba, como seda brillante, a lo largo de la almohada, rebosando por encima de las sábanas de blanco damasco. El despecho en el corazón de Loki se unía ahora a una envidia maligna; olvidando la venganza que podía tomar Thor, se deslizó con suavidad hasta el tocador de Sif, tomó un par de enjoyadas tijeras y cortó el precioso cabello de oro de la diosa.
Cuando hubo dado fin a su tarea, la cabeza de la diosa parecía una bola de billar. La diosa se desperezó y empezó a despertarse. Loki arrebujó enseguida las largas y espesas hebras de cabello, introduciéndolas en su propia túnica, y se lanzó hacia la ventana. Pero según trepaba por ella una de sus sandalias salió disparada, y con las prisas no le dio tiempo de recogerla. Se apresuró a escapar, protegido por las sombras, justo antes de que rompiese el día, y al fin llegó a su palacio.
Al despertarse Sif del todo, sus alaridos y gimoteos despertaron a todo el vecindario. Aparecieron Freya y Nanna, esposa de Balder; ambas hicieron cuanto estaba en su mano para consolar a la desdichada. Nanna vio una sandalia junto a la ventana y dijo:
-Fijáos. El culpable ha perdido una sandalia. Si podemos encontrar la compañera tendremos a nuestro hombre.
- ¿Y de qué me va a servir eso? -sollozaba Sif-. ¡Seguiré estando calva como un huevo! ¿Dónde está Thor? ¡Él tiene la culpa! -gritó-. ¡Debía estar aquí conmigo, y no pasándoselo bien cazando elfos y dando palizas a ogros, o algo peor!
Por suerte, Thor volvió a casa aquella misma mañana, y cuando vio cómo había quedado de desfigurada su hermosísima consorte se puso rabioso. Entonces le mostraron la sandalia.
-¡Es de Loki, por Jormungander! -explotó, y las ventanas vibraban con su rugido-. ¡Hubiera identificado ese calzado de lujo en cualquier sitio! ¡Le mataré! ¡Le voy a romper todos los dientes, uno a uno, y cada huesecillo del cuerpo!
E hirviendo de furor, salió a toda prisa para cumplir sus amenazas. Atrapó a Loki con una mano por el cogote y empezó a sacudirle.
-¡Alto, para, por favor! -gemía Loki entre los dientes que le castañeteaban-. ¡Nunca lo volveré a hacer! ¡Oh, detente, por favor! Iré a buscar a los gnomos oscuros y ellos confeccionarán un cabello dorado para Sif mejor que el que jamás hubiese crecido en su adorable cabeza. Sí, es encantadora, Thor, lo es de veras. ¡Oh, gracias, muchísimas gracias, no me zarandees ya más!...
Sólo que el dios estaba preparándose para seguir con la otra mano su faena.
-¡Oh, ah, oh! -gimoteaba Loki, y sus dientes comenzaron nuevamente a entrechocarse-. ¡Mira! Haré que los el...el...elfos... os...oscu...oscuros hagan un regalo a Odín... y otro a Fre...Fre...Frey también. ¡Y quizá pueda lograr algo para ti mismo, Thor!
A base de súplicas y de promesas de regalos, Loki pudo persuadir a Thor de que le perdonara la vida, y en cuanto le fue posible abandonó Asgard, encaminándose a Svartalfheim, el mundo de los elfos oscuros.
A Loki le debía cierto favor una tribu de enanos llamados los hijos de Ivaldi, que residían entre los elfos oscuros. Como todos los enanos, eran buenos artistas y dominaban muchos oficios. Trabajaban el oro y la plata, que ellos mismos extraían de profundas minas, ornamentando además sus tesoros con diamantes y rubíes. Los hijos Ivaldi no tardaron en hacer una peluca de dorados cabellos de oro, tan fina que a Loki le hubiera sido dado contemplar jamás. Además, forjaron una lanza destinada a Odín, la cual, una vez dejada a su albedrío, nunca fallaba el blanco al que se la dirigiese. Para Frey fabricaron una nave que al izar velas siempre obtenía un viento favorable, pero cuando no se la necesitaba podía plegarse y guardarse en el bolsillo como un pañuelo. Llamaron a la lanza Gungnir, y al barco Skidblade.
Provisto de tales tesoros, Loki recuperó enseguida su antiguo descaro, su engreimiento, y recorría, silbando, los túneles y perforaciones subterráneas, de regreso a la luz del día, cuando pasó ante la herrería de dos famosos hermanos, los enanos Brok y Sindri.
Brok alzó la vista, mirando a Loki con su clásica expresión en la arrugada faz, y le preguntó que traía de Svartalfheim. Loki se lo dijo, y deseando presumir añadió:
-Dicen que tú y tu hermano carecéis de rivales, como artesanos, pero me apuesto la cabeza a que no sois capaces de fabricar tres tesoros que se igualen a éstos...
-¡Aceptado! -repuso Brok sin dudar un instante-. ¡Hermano Sindri! Empieza a avivar el fuego. ¡Ponte a darle al fuelle!
-No, hermano -contestó Sindri-. Yo soy el mayor y tú el más fuerte de los dos. Maneja tú el fuelle y yo haré los tesoros.
Loki se mordió los labios con expresión de duda. Su arrogancia y presunción le volvía a meter en jaleos. Se quedó dentro de la herrería, y se puso a observar de pie; luego fue a sentarse en las sombras, lejos del resplandor y el calor del rojizo fuego de carbones que alimentaba el trabajo. Brok y Sindri se concentraron tanto en su tarea, que no vieron cómo al cabo de pocos minutos Loki ya no estaba; al menos, no bajo una forma susceptible de ser reconocida por alguien, ya que de repente se le había ocurrido que podía perder la apuesta, y con ella su cabeza. De manera que más le iba a valer hacer algo al respecto.
Cuando el fuego estuvo al rojo vivo Sindri colocó una piel de cerdo sobre el oscilante resplandor y ordenó a su hermano que siguiera dando al fuelle hasta que él volviera a dar la vuelta a la labor. Aseguró que si Brok dejaba de soplar, el fino trabajo en curso tendría fallos. Por tanto, Brok continuó manejando el fuelle a pesar de que un tábano gigante, salido de dios sabe donde, se precipitó sobre el enano y empezó a picarle en el dorso de la mano, chupándole la sangre a más y mejor.
Volvió Sindri; tras emitir un lacónico "bien", extrajo del fuego un auténtico jabalí vivo, con cerdas de oro. El animal gruñía lo suyo. Sindri comentó:
-Magnífico. ¡Perfecto! Le llamaremos Gullinbursti.
Para lograr el segundo tesoro, Sindri colocó oro fino en el horno y dijo a Brok que siguiera dando al fuelle, sin dejar de soplar hasta su vuelta. Abandonó la herrería, y al punto el tábano fue a aposentarse en el cuello de Brok, inmediato a su oreja derecha, mordiéndole con doble ferocidad que antes. Por mucho que el enano sacudió la cabeza, el insecto no abandonaba el sitio elegido y mantenía el aguijón bien hundido en la dura piel del enano. Con todo, el herrero no dejó un segundo de mover el fuelle.
-Parece que sudas más de lo acostumbrado, hermano Brok -comentó a su regreso Sindri-. ¿Te pasa algo? ¡Oh, mira, es un anillo maravilloso! -dijo, sacando del fuego un anillo de oro, que llamaron Draupnir el Goteador.
Por tercera vez fue Sindri a procurarse material para su tarea. En esta ocasión se trataba de hierro. Lo depositó entre las llamas, y mandó a Brok que soplara el fuelle de nuevo, repitiendo que si detenía el trabajo todo acabaría estropeándose. Luego salió de la herrería.
Apenas había desaparecido, cuando un tremendo tábano aterrizó entre los ojos de Brok y le picó en el párpado izquierdo, tan honda y dolorosamente, que la sangre le inundó el ojo, impidiéndole ver. El dolor se hacía absolutamente intolerable, y Brok lanzó un manotazo contra el feroz tábano que así se cebaba en él. El fuelle se deshinchó. Pudo deshacerse del tábano justo cuando volvía Sindri.
-Tendrás suerte si lo que hay ahí dentro no se ha estropeado -dijo Sindri, removiendo con un martillo los centelleantes carbones. Miró con especial atención, y rezongó un tanto.
Sindri reunió los tres tesoros, el jabalí de oro, el anillo y el martillo; se los entregó a su hermano Brok, y le recomendó que los guardase cuidadosamente y los llevara a Asgard.
Cuando Brok y Loki desplegaron aquellos tesoros, los Ases, sentados en sus sillas para juzgar, decidieron que la última palabra la tenían Odín, Thor y Frey.
Loki entregó la lanza Gungnir a Odín, pensando que ello sería un buen tanto a su favor. El buque Skidblade se lo dio a Frey, y Thor obtuvo las trenzas de oro para su esposa Sif.
Los tres dioses quedaron sumamente impresionados por semejantes tesoros, de modo que el maligno comenzó de nuevo a sentir segura su cabeza, especialmente estando seguro, como lo estaba, de que algo había ido mal en la elaboración del martillo.
Brok presentó sus tesoros. Dio a Odín el anillo de oro macizo, advirtiéndole que cada novena noche, otros ocho anillos de oro caerían del mismo.
Al dios Frey el enano le hizo entrega del jabalí Gullinbursti. Brok dijo que aquel animal transportaría a su jinete por tierra, mar o aire, de noche o de día, mejor que cualquier cabalgadura. Y añadió que el jabalí nunca encontraría demasiada oscuridad, ni siquiera en mitad de la noche, pues el resplandor de sus cerdas iluminaría cualquier camino.
Luego, Brok entregó el martillo a Thor. Aseguró que podría atizar mandobles tan duros como quisiera a cualquier objeto, que jamás dejaría de destruirlo el martillo. En segundo lugar, si era arrojado, el martillo, tras dar el golpe definitivo, volvería por sí solo a la mano. Y en fin, el instrumento era tan pequeño, que el dueño podría llevarlo si quería dentro de la camisa. El enano tosió, pidiendo perdón, al recordar cómo en un momento dado dejó de atizar el fuego con el fuelle. Había en el martillo un defecto pequeñísimo: el mango quedaba ligeramente corto.
Los Ases se pasaron tan fabulosos tesoros de mano en mano, emitiendo entrecortados ruidos de apreciación ante el fino trabajo realizado y las mágicas cualidades de los regalos. Los tres especialmente nombrados para dar su juicio juntaron las cabezas durante breves minutos, y tras una pausa (que hizo a Loki morderse las uñas) Odín anunció el veredicto. A su parecer el martillo era el mejor de los tesoros, y la defensa óptima contra los gigantes del hielo y los de las montañas. Los enanos Brok y Sindri habían ganado la apuesta.
Desoyendo las protestas de Loki, los dioses se atuvieron a su decisión. Finalmente, el maligno ofreció pagar el rescate que fuese del agrado de los enanos para salvar la cabeza.
Brok se negó taxativamente. Recordaba cómo el tábano le torturó cruelmente, y estaba decidido a no tener compasión con Loki.
Cuando Loki comprendió que estaba apunto de fenecer, gritó: "¡Atrapadme, entonces!", y cuando el enano quiso ponerle las manos encima, ya había escapado un trecho, pues robó un par de zapatos que le permitían circular por encima de las olas del mar y discurrir por el firmamento tan rápido como la luz.
Brok suplicó a Thor que atrapase al huido, y dado que el dios aún continuaba furioso por lo que Loki le hizo al cabello natural de su esposa, Sif, el dios del trueno y el relámpago accedió a su petición. En cuestión de segundos, Thor atrapó y sujetó a Loki, agarrándole por un tobillo merced a una punta de relámpago con tres ramificaciones.
-¡Vamos, pedazo de pícaro! -tronó el dios-. ¡Por una vez vas a pagar como debes!
Resultó una lástima que incluso en el ultimísimo instante Loki consiguiera escapar, evitando sutilmente el castigo, pero lo cierto es que lo hizo.
Cuando Brok tomó un hacha y estaba listo para decapitar de un tajo a Loki, el maligno reclamó de Odín que, como hermano suyo de sangre que en realidad era, fuese testigo de que se había apostado sólo la cabeza. Todos estuvieron de acuerdo en que el cuello no entraba en la apuesta, y por consiguiente Brok tendría que guardarse muy mucho de dañar el cuello de Loki. Por supuesto que tal argumentación quizá fuera no poco especiosa, pero los dioses estimaron que debían respaldarla.
El enano se vio frustrado y, terriblemente encolerizado, decidió que si no podía disponer de la cabeza de Loki, al menos sellaría sus labios para siempre. Sacó, pues, de su túnica una tira de cuero y un cuchillo de buena punta, proponiéndose sellar así los labios del joven. El cuchillo tenía la punta muy afilada, pero no virtud suficiente para hacer un agujero en la carne de Loki; sencillamente, el cuchillo no pudo atraversarla.
En aquel momento, Brok dijo:
-¡Qué bien me habría venido la lezna de mi hermano Sindri!
Apenas acababa de pronunciar aquellas palabras cuando la lezna apareció en sus manos.
-¡Sí, esto me servirá! -gritó.
E hizo una fila de agujeros alrededor del labio superior e inferior de Loki.
La correa que Brok usó para coser los labios a Loki se hizo ya famosa para siempre. Era conocida como Vartari, La Correa, y por mucho que Loki hiciese muecas, y la desgarrara, su boca seguía cerrada estrechamente.
Habrían de pasar muchas jornadas hasta que consiguiera desatarse de Vartari, y extraer la correa de todos los agujeros. E incluso entonces, sus labios estaban tan doloridos que apenas se atrevió a hablar durante meses.
Y eso, pensaban los dioses, fue realmente un gran favor para ellos."
No hay comentarios:
Publicar un comentario