Originarios de Escandinavia, los pueblos Nórdico-Germánicos eran en realidad varios grupos de pueblos cuyas creencias variaban, pero tenían algunas similitudes. Con el tiempo, estos grupos se repartieron por la mayor parte de Europa, moviéndose al sur, oeste y este.
Los antiguos escandinavos pensaban que los árboles y masas de agua eran sagrados. Los árboles eran un vínculo entre los humanos y los dioses, y muy especialmente con Yggdrasil, el Árbol del Mundo. Se creía que Yggdrasil se encontraba en el centro de un disco de tierra rodeado por un océano, que estaba ocupado por una serpiente gigante, y sus raíces llegaban al inframundo. Por debajo del árbol se encuentra el manantial de la fatalidad, y el árbol proporciona el alimento y la curación. Los dioses viven en el cielo por encima del árbol y se reúnen bajo su sombra para celebrar consejo.
Los escandinavos adoraban a sus dioses en arboledas sagradas y algunas veces en templos de madera. Los muertos eran enterrados en montículos, que también servían de lugares de reunión. Los sacrificios animales y fiestas eran llevados a cabo en los festivales principales, pero también en otros momentos del año. Estos festivales y sacrificios eran necesarios par amostrar respeto por los dioses o asegurar el resultado deseado, especialmente en la batalla, porque los pueblos Germánicos eran pueblos guerreros.
La adivinación era muy importante. En algunas regiones, las mujeres eran consideradas proféticas, y algunas se creía que eran divinas. En otras áreas, un sacerdote o el padre de la familia llevaban a cabo la adivinación mediante símbolos tallados en palitos, el vuelo de los pájaros, o el movimiento de los caballos. En otras regiones, los trances chamánicos eran el principal método de adivinación.
Algunos pueblos germánicos tenían sacerdotes formales que también hacían las leyes, mientras otros tenían un sacerdocio no formal. En esas regiones era el rey generalmente quien realizaba los deberes religiosos.
Fuente:
The everything Paganism book, de Selene Silverwind.
Traducido por Birken Hexe.
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